Autor: Santiago MARTÍN, sacerdote

La semana que viene, si Dios quiere, tendremos Papa. Habrá en la sede de Pedro un nuevo vicario de Cristo y estoy seguro de que el Espíritu Santo nos sorprenderá, como ya lo hizo cuando eligió a Karol Wojtyla o a Joseph Ratzinger.

Pero esa elección no se habrá hecho sin mediaciones humanas, pues así es como suele hacer Dios las cosas. Y esas mediaciones humanas han sido, por un lado, los cardenales electores, y por otro los millones y millones de católicos que han estado rezando para que esos cardenales sean dóciles al Espíritu Santo.

Los cardenales, por su parte, han intentado hacer las cosas bien. Durante toda la semana han estado reunidos en Roma, rezando, escuchando, hablando y conociéndose entre ellos para estar preparados para cuando les llegue la hora, esta semana próxima, de elegir al nuevo Pontífice.

En esas reuniones, llamadas Congregaciones Generales, se han debatido muchas cosas. Por supuesto que se ha hablado del informe del caso “Vatileaks”, y de la imprescindible reforma de la Curia, y del acoso que sufre la Iglesia por parte de la dictadura del relativismo, y del ataque a la familia por una legislación cada vez más laicista. Se ha hablado de ecumenismo, de las relaciones con el Islam y con China, de la situación de los divorciados vueltos a casar y del papel de la mujer en la Iglesia. En esas reuniones, como digo, se ha hablado. Pero, sobre todo, se ha escuchado. Cada uno de los cardenales que ha intervenido, y han sido más de cien, de alguna manera estaba mostrándose a sí mismo delante de sus colegas, estaba retratándose y los demás tomaban nota de ello.

Pero la semana no sólo se ha ido en reuniones formales. También han sido muy importantes las otras reuniones, las que tenían lugar alrededor de un plato de comida o con una taza de café en la mano. Así, poco a poco, los 115 cardenales electores se han ido haciendo idea del perfil que debe tener el nuevo Papa y han ido poniendo caras y nombres a esas cualidades. No digo que todo haya sido juego limpio, pues también ha habido zancadillas y codazos, como la publicación de una lista de doce cardenales que no deberían ser elegidos Papa, por una asociación de víctimas de curas pederastas; curiosamente, muy curiosamente, quedan descartados todos los cardenales papables, menos el que promueve el cardenal Sodano, que, también curiosamente, fue el que defendió a Maciel y al cardenal Mahony. Son cosas, digamos, curiosas, que no sabemos cuánto habrán influido o influirán en los cardenales electores a la hora de votar.

En todo caso, y sin saber el resultado de dichas presiones, tres serían los candidatos mejor posicionados a la hora de empezar las votaciones: Scola, de Milán; Scherer, de Sao Paulo; y Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos. Es probable que uno de ellos sea el nuevo Pontífice. Si es así, el Espíritu Santo habrá decidido en esta ocasión ser previsible. Pero si, por el contrario, ha estado dispuesto a dar sorpresas esta semana que viene tendremos un Papa que nos hará repetir aquello de que los que entran papas al cónclave, salen cardenales. Sigamos rezando, porque la partida aún no ha acabado; de hecho, ahora viene lo más importante. Ayudemos al Espíritu Santo.