Autor: Santiago MARTÍN, sacerdote

El enfrentamiento entre la Conferencia Episcopal norteamericana, presidida por el cardenal Dolan, y el presidente Obama ha entrado en una fase que, claramente, tiene resonancias históricas.
Me recuerda aquella gesta de la “lucha de las investiduras” entre el Papa Gregorio VII y el emperador alemán Enrique IV, cuando estaba en juego la libertad de la Iglesia para nombrar obispos. Ante la excomunión, el emperador aparentemente cedió, pero cuando se hubo asegurado el trono se desdijo de su palabra y envió al Papa al destierro, donde falleció. Enrique IV ganó aquella batalla, pero perdió la guerra.
Es posible que algo así vaya a suceder ahora. Los obispos norteamericanos han ordenado que se lea en todas las parroquias del país, en este domingo y en el próximo –el 4 de julio es el día de la independencia norteamericana- una carta explicando los motivos por los cuales se están enfrentando al presidente. Motivos que van más allá del hecho –en sí gravísimo- de que se les quiera obligar a costear fármacos abortivos y que entra de lleno en el ámbito de la libertad religiosa.
Primero se empezó por despenalizar el aborto para casos excepcionales. Luego eso se amplió a todas las circunstancias y edades. Más tarde se convirtió en un derecho y ahora lo que se pretende es que sea obligatorio. No es, de momento, obligatorio abortar, pero sí quieren que sea obligatorio pagar abortos. Y eso la Iglesia no lo puede consentir. De ahí el enfrentamiento abierto, frontal, terrible en una sociedad como la norteamericana, acostumbrada a no mezclar la religión con la política de partido.
Creo que Dolan y los católicos norteamericanos lo tienen perdido. Me parece que Obama tiene muy segura la victoria, pues de lo contrario no se atrevería a desafiar a la principal minoría religiosa del país. Es verdad que la mayoría de los católicos no escucha a sus obispos, pero aún así el desafío es grande y que se lea en las iglesias una carta contra el presidente nos remonta a aquellos años en que Pío XI hizo leer un texto en las parroquias católicas alemanas contra Hitler. La artillería gruesa sólo se usa en ocasiones excepcionales. Los obispos norteamericanos han decidido utilizarla. El motivo, evidentemente, lo justifica.
Sin embargo, repito, creo que Dolan va a perder la apuesta y que Obama va a salir reelegido. A los norteamericanos en general lo que les preocupa es la economía –como a los demás, por otro lado-. Pero a la Iglesia no le debe importar perder batallas. Lo importante es no perder la guerra. Y la guerra se pierde cuando se traicionan los principios fundamentales que rigen la existencia de una persona o de una institución. Dicen que Gregorio VII murió pronunciando esta frase: “Amé la justicia, odié la iniquidad, por eso muero en el destierro”. El emperador era, entonces, más todopoderoso aún que hoy lo es Obama. Aparentemente había ganado. En realidad era el Papa el que había vencido. Por eso hoy es San Gregorio VII y gracias a él la Iglesia sigue siendo libre. Obama, como Enrique IV, quizá gane esta batalla, pero tiene la guerra perdida pues la libertad no se puede reprimir y eso, un hombre de raza negra como él, debería saberlo.