Una de las escenas que más impactaban a los escolares que estudiábamos Historia Sagrada en el colegio, era la de la tentación de Eva a Adán. Las ilustraciones que acompañaban al texto eran muy básicas (eso de haber estudiado en el Pleistoceno tenía sus inconvenientes) pero la serpiente tentando a Eva, Eva a Adán y luego el ángel con la espada de fuego empujándoles fuera del paraíso, ella con una larga melena y el con una hoja de parra era espectacular.
Lógicamente, eso cuesta olvidarlo y cuando te vas haciendo mayor y reflexionas sobre el mensaje de esa escena, encuentras muchos ángulos. Recientemente en Riaza, PS nos habló de la soberbia de la pareja y del primer acto de relativismo. Yo, mucho más mundano y banal, quiero reflexionar sobre las tentaciones.
La tentación es en el fondo una irracionalidad. Es caer una y otra vez en el mismo error del que te arrepientes; como comer esos callos con rabo de toro y garbanzos que sabes que te van a hundir por un par de días y que, acabada su ingesta, ya te estás arrepintiendo. Porque siempre sabes que esa tentación, o no es tan atractiva como te quiere hacer pensar o es tan mortal ex post como ya sabes que es. Ves esa manzana verde con tonos amarillos, piel brillante, sin un golpe, sabes que no debes, sabes que te hará mal, lo sabes y cuando muerdes de ese fruto de ese árbol prohibido, ya te ha decepcionado, ya te estás dando cuenta de que no valía la pena. Interpretas con laxitud esa normal moral o legal, atraído por el brillo de ese dinero, de ese prestigio, de ese reconocimiento (adulación), esa gula, esa droga, esa mujer y, cuando muerdes su piel brillante es pura decepción. Pero lo malo no es eso, lo malo es que vuelves a ver esa manzana, esa tentación y habiendo caído, habiendo gritado de dolor por haber caído y sobre todo al reconocerte a ti mismo que no valía tanto como el brillo de su piel, y vuelves a caer.
Pensemos en Adán por un momento, y en su situación en el paraíso, libre de pecado pero pecando de tentación. Llega Eva y le ofrece una manzana pero él ya no mira la manzana, mira a Eva, la tentación es Eva. Y desde entonces, el mundo se mueve.