Autor: Santiago MARTÍN, sacerdote

Decir “Bienvenido” es poco. También sabe a poco dar simplemente las gracias. Y sabe a poco porque es tanto lo que le debemos al Papa con esta visita, con el regalo de haber celebrado la JMJ en una España deprimida, que no tenemos palabras suficientes para expresar el gozo y el agradecimiento que sentimos. Es tanta la alegría que no merece la pena fijarse ni tan siquiera un momento en las acciones que los resentidos llevaron a cabo ayer contra los peregrinos en la Puerta del Sol, con la complacencia de la Policía. No vale la pena, porque la amargura y el odio de dos mil no pueden ni de lejos empañar la felicidad de un millón.

Así que aquí estamos, con las ventanas del alma abiertas de par en par para acoger hasta la última palabra que nos quiera dirigir el Vicario de Cristo. Acogerlas para intentar practicarlas. Y, de momento, la cosecha ha empezado magníficamente. “No os avergoncéis de Cristo”, ha gritado nada más llegar a Madrid, mientras denunciaba el acoso que sufren los jóvenes católicos en las sociedades laicistas y secularizadas. Ese grito del Papa sonaba a otro, de su predecesor, de Cristo: “No tengáis miedo”.

Los católicos de hoy ya no somos como los de 1978, cuando Juan Pablo II apareció una tarde de octubre en la logia principal de la Basílica de San Pedro. Hemos vencido al miedo. No nos van a arrinconar nunca más en las sacristías. No vamos a aceptar que nos traten como ciudadanos de segunda en nuestra propia patria. No queremos privilegios, pero tampoco que nos consideren inferiores y sin derechos por tener fe. Además, lo que hacemos, aquello por lo que luchamos pacíficamente, es lo que va a salvar a esta sociedad podrida por su ateísmo. Estamos luchando por la vida, por los pobres, por los ancianos y enfermos, por la mujer, por la justicia. Ellos son los violentos, ellos son los de los leones, ellos son los de los fusiles y los de las cámaras de gas. Nosotros, sin embargo, venceremos. Llevamos dos mil años haciéndolo.

Gracias y bienvenido, Santo Padre. Aquí estamos para seguir sus huellas de fiel discípulo del Divino Maestro